José Obdulio Curvelo afirma que ya no se pueden hacer pruebas de lápiz y papel, sino llevar a los estudiantes de contaduría a laboratorios financieros.
Antes de dar un título hay que supervisar las prácticas que están haciendo los estudiantes. Dice que nadie está verificando la relación estudiante-puesto de práctica-profesor.
Se debe pensar en una formación profesional con criterios de calidad, según las expectativas profesionales que, permita responder a los requerimientos sociales.
Inquieta que en más de 70 años de existencia de la profesión no se haya reglamentado la supervisión de la experiencia profesional.
Miguel Acero dice que es urgente modernizar la enseñanza de la contaduría pública.
Para Hernando Bermúdez, las universidades invierten poco en la infraestructura necesaria para una adecuada educación contable.
Mauricio Gómez afirma que se debe promover la educación para superar lo técnico y tecnológico.
Hernando Bermúdez afirma que las instituciones de educación superior invierten poco en infraestructura para una adecuada educación contable.
Piensa que debemos demostrar que la ética está primero que los estándares de la práctica.
Se puede apoyar o contradecir, pero con argumentos y no con pasiones.
El contador público ha respondido a los desafíos que se le han presentado sin descuidar sus responsabilidades, cumpliendo funciones de auditor interno, auditor externo, revisor fiscal y contralor, observando los principios del Código de Ética y atendiendo las disposiciones legales vigentes.
Para Miguel Acero existen universidades que presentan problemas en la estructuración y reflexión sobre lo pedagógico.
La educación contable debería comprometerse con un proceso de transformación radical.
Hay administradores felices porque se les amplió el término de su gestión. Esto no los liberó de sus deberes, especialmente los de obrar de buena fe, con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios, lo que no ocurre cuando se privilegia a unos y se discrimina a otros.
Para Miguel Ángel Acero, las universidades deben ser muy estrictas con el manejo de las normas internacionales de educación.
La comunicación de los programas de contaduría pública con las necesidades del medio, en el ámbito organizacional y comunitario, resulta débil por no decir nula.
No hemos enseñado a los contadores a trabajar juntos. No basta decir que deben respetarse, cosa de la que no dan ejemplo muchos miembros de la profesión. Hay que insistir en el respeto de los principios, es decir, en la integridad y en la objetividad. Sobre estas bases sería muy fácil entenderse.
Hemos advertido la pérdida de nivel de nuestros profesionales. Quizá esto no haya ocurrido, sino que se les formó como técnicos y se les entregó un diploma de profesionales.
Las instituciones de educación superior deben dejar de lado su soberbia y otorgar los títulos para los que realmente forman.
Mauricio Gómez afirma que se viene trabajando en una propuesta sobre los procesos educativos y la dinámica de cambio de la profesión contable.
Hernando Bermúdez dice que las instituciones de educación superior invierten muy poco en la infraestructura necesaria para una adecuada educación contable.
Hernando Bermúdez afirma que, con la modernización de la Ley 43 de 1990, seguramente se aclararían varios asuntos de procedimiento en la enseñanza y se reforzaría una visión social de la profesión.
No cree que, en la parte técnica, a la hora de transmitir conocimientos contables se avance mucho.